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El Laverinto Del Eclipse-Chapter 32: Capítulo 6 – Ecos del Pasado
Chapter 32 - Capítulo 6 – Ecos del Pasado
El aire dentro del ducto de ventilación era sofocante, impregnado de óxido y polvo. Kai respiraba con dificultad mientras avanzaban a tientas por el angosto pasadizo. La criatura ya no golpeaba el metal, pero su presencia aún se sentía en cada sombra.
—Esto no me gusta nada —susurró Ana, tratando de no hacer ruido.
—Dímelo a mí —respondió Roldán, mirando sobre su hombro.
Lía iba justo delante de Kai, avanzando con cuidado. Su mano temblaba un poco mientras sostenía su rifle, pero su voz se mantuvo firme:
—Tenemos que seguir. No sabemos cuánto tiempo tenemos antes de que encuentre otra forma de alcanzarnos.
Kai no dijo nada. Su mente seguía atrapada en el momento en que el "Prototipo CERO" había dicho su nombre. Un escalofrío lo recorrió de nuevo.
¿Cómo era posible que una criatura como esa supiera quién era él?
Un ruido metálico interrumpió sus pensamientos. Ana se detuvo abruptamente.
—¿Qué pasa? —preguntó Roldán.
—Hay una intersección aquí —susurró ella—. Un camino sigue recto y el otro baja en picada...
Kai se inclinó para observar. El ducto que descendía parecía conducir a un nivel inferior, quizás una sala de mantenimiento o alcantarillas subterráneas.
—¿Qué hacemos? —preguntó Lía.
Kai evaluó sus opciones. No podían quedarse en el ducto mucho más tiempo.
—Vamos hacia abajo —decidió—. Es riesgoso, pero si salimos al pasillo principal, la criatura podría encontrarnos de inmediato.
Lía asintió y comenzó a bajar con cuidado, seguida por Ana y Roldán. Kai esperó unos segundos antes de ser el último en descender, sintiendo la humedad aumentar a medida que bajaban.
Cuando tocaron el suelo, el grupo se encontró en un pasillo subterráneo oscuro. Una serie de tuberías corroídas recorrían las paredes, y el agua estancada cubría el suelo hasta los tobillos.
—Esto me da mala espina... —murmuró Roldán.
Kai sacó su linterna y la encendió, iluminando el área.
—Sigamos avanzando. No podemos quedarnos aquí.
Caminaron en silencio, atentos a cualquier ruido. Pero lo que encontraron al doblar la siguiente esquina los dejó paralizados.
Cuerpos.
No humanos... no completamente.
Seres mutados, en distintos estados de transformación, yacían inertes en el suelo. Algunos parecían haber sido arrancados de la vida recientemente, con heridas frescas y torsos desgarrados. Otros...
—Esto no fue obra del Prototipo CERO —dijo Lía con el ceño fruncido.
Kai miró más de cerca. Tenía razón. Algunas de las marcas no coincidían con los ataques de la criatura. Había algo más.
—Nosotros no estamos solos aquí abajo... —susurró Ana.
Como si sus palabras hubieran despertado algo, un sonido gutural resonó en la distancia.
Roldán levantó su rifle, apuntando hacia el pasillo oscuro.
—Díganme que eso fue mi imaginación...
Un nuevo gruñido respondió. Esta vez, mucho más cerca.
—¡Corran! —exclamó Kai.
No esperaron a ver qué los acechaba. Se lanzaron por el pasillo mientras el sonido de algo arrastrándose resonaba detrás de ellos.
Las linternas parpadeaban mientras avanzaban a toda velocidad, esquivando los restos de los mutados caídos. El pasillo parecía no tener fin, y el sonido de su perseguidor se acercaba cada vez más.
De repente, Ana gritó.
—¡Aquí! ¡Una puerta!
Kai giró en seco y la vio: una puerta de acero oxidada, entreabierta. Sin pensarlo, empujó con todas sus fuerzas y se deslizaron dentro, cerrándola detrás de ellos.
El silencio fue inmediato.
Kai contuvo la respiración, con la espalda pegada contra la puerta. Lía tenía su rifle listo, y Roldán apuntaba hacia la entrada con el dedo en el gatillo.
Un golpe sordo resonó al otro lado.
Todos se quedaron inmóviles.
Otro golpe.
Y después... silencio.
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Lía exhaló lentamente.
—¿Se fue?
Kai negó con la cabeza.
—Nos está esperando.
El grupo intercambió miradas. Estaban atrapados.
Pero justo cuando todo parecía perdido, Ana revisó su mochila y sacó un dispositivo pequeño.
—Esto es una carga explosiva portátil. No es gran cosa, pero podría darnos una salida.
Kai la miró con sorpresa.
—¿Desde cuándo tienes eso?
—Lo recogí en la base abandonada —respondió ella—. Pensé que podríamos necesitarlo.
Kai sonrió.
—Buena idea.
Colocaron la carga en una sección débil de la pared y se apartaron.
—¡Cubran sus oídos! —advirtió Ana.
El pequeño artefacto explotó con un destello ensordecedor. Un boquete se abrió en la pared, revelando un túnel detrás de ella.
—¡Vamos! —ordenó Kai.
Uno a uno, pasaron a través del agujero, dejando atrás la sala y al misterioso acechador.
Cuando finalmente salieron a la superficie, el aire fresco los golpeó como un golpe de realidad. El sol estaba comenzando a salir.
Lía se dejó caer sobre la hierba, agotada.
—Esto fue demasiado...
Kai se sentó a su lado, observando el horizonte.
—No ha terminado —susurró.
Porque en lo profundo de su mente, aún resonaba la voz del Prototipo CERO llamándolo por su nombre.
Y él sabía que ese monstruo volvería a encontrarlo.