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El Laverinto Del Eclipse-Chapter 21: Capítulo 3 – Corazones en Llamas
Chapter 21 - Capítulo 3 – Corazones en Llamas
El crepúsculo se extendía sobre el Último Bastión, tiñendo el cielo de un rojo opaco y sombras largas que parecían guardar secretos del pasado. Tras la brutal batalla y la pérdida de Marcos, la atmósfera en la sala de reuniones estaba cargada de pesar, pero también de una silenciosa determinación. Kai y Lía se habían refugiado en un rincón apartado, lejos de las miradas que aún cargaban la dureza de la guerra.
Kai, apoyado contra una pared agrietada, observaba la luz parpadeante de una lámpara rota que apenas lograba disipar la penumbra. Las cicatrices de las batallas pasadas, las pérdidas dolorosas y el peso del Eclipse parecían haberse impregnado en cada uno de sus gestos. Lía se acercó despacio, sin romper el silencio que ambos compartían. Sus pasos eran suaves, como si temieran perturbar el tenue respiro de un momento frágil.
—¿Estás bien? —preguntó Lía en un susurro, mientras rozaba la mejilla de Kai con delicadeza, no para sanar la herida física, sino para recordarle que no estaba solo en aquella oscuridad.
Kai esbozó una leve sonrisa, apenas perceptible, mientras sus ojos reflejaban tanto la determinación como el cansancio.—Estoy... tratando de seguir —respondió con voz baja, dejando que sus palabras se impregnaran en el ambiente.—Después de todo lo que hemos pasado —continuó, haciendo eco de los recuerdos de Hollow Creek, de la masacre en la niebla, de la pérdida de Gideon y Marcos—, a veces me pregunto cómo seguimos aquí, aun en medio del abismo.
Lía asintió, mirando hacia la ventana rota que daba a un paisaje arrasado.—No es que no duela. Cada día es una lucha, y cada recuerdo pesa. Pero creo que, a pesar de todo, en esos silencios se esconde la fuerza para seguir adelante.
Sus palabras, simples y sinceras, flotaban en el aire, llenando el espacio entre ellos de una calidez que contrastaba con la frialdad del exterior. No hubo grandes declaraciones ni promesas grandilocuentes; solo una comprensión tácita de que, a pesar del horror y la pérdida, el consuelo podía encontrarse en la presencia del otro.
El ambiente en la sala se volvió más denso al escuchar a lo lejos los ruidos de preparación para la expedición que el Capitán Roldán había anunciado. Kai y Lía sabían que el peligro no había disminuido; el laboratorio abandonado y los secretos oscuros del Eclipse aún esperaban ser descubiertos, y la traición que había amenazado al Bastión seguía latente. Cada nueva misión llevaba consigo la sombra de lo que ya habían sufrido.
—¿Crees que podamos encontrar respuestas en el laboratorio? —preguntó Kai, con un tono que denotaba tanto duda como determinación—. Todo este sufrimiento... a veces pienso que la verdad solo abrirá más heridas.
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Lía posó su mano sobre la de Kai, apretándola suavemente.—Tal vez la verdad duela, pero es la única forma de detener este ciclo. Recuerda lo que vimos en Hollow Creek y cómo el virus ha evolucionado en cada paso que hemos dado. Si no descubrimos quién o qué manipula el Eclipse, no habrá salida.
Kai miró a Lía y, en esos breves instantes, sus miradas se encontraron. En el silencio compartido, se comprendieron mutuamente: la lucha por la supervivencia no era solo contra los monstruos que acechaban en la niebla, sino contra la desesperanza y el peso de las pérdidas acumuladas.—Contigo a mi lado, puedo enfrentar cualquier oscuridad —dijo Kai, de manera tenue, dejando entrever la sinceridad de su sentimiento sin necesidad de palabras grandilocuentes.
Lía sonrió con tristeza, sus ojos brillando con una luz interna que parecía desafiar la noche.—Siempre encontraremos un camino. No importa lo que nos depare el futuro, no dejaremos que el Eclipse nos arrebate lo poco que nos queda.
El sonido lejano de voces y disparos se mezclaba con el zumbido constante de la maquinaria olvidada. El grupo se preparaba para partir al amanecer, sabiendo que cada paso fuera del Bastión los enfrentaría a nuevos horrores y revelaciones. Sin embargo, en ese momento, la intimidad sutil de Kai y Lía era un recordatorio de que, a pesar de la brutalidad del mundo, aún podían encontrar algo de paz en la compañía del otro.
Mientras se separaban para un breve descanso, Kai miró el horizonte a través de una ventana rota. El cielo estaba teñido de un gris melancólico y el amanecer prometía ser tan incierto como la noche anterior.—Mañana será otro día de lucha —murmuró para sí mismo—, pero mientras sigamos juntos, tendremos la fuerza para seguir adelante.
En la penumbra de la sala, Lía cerró los ojos por un instante, dejando que el peso de las pérdidas se mezclara con la tenue esperanza de un nuevo comienzo. No había grandes declaraciones, solo la certeza silenciosa de que, en ese cruce de caminos, su unión era un faro en medio de la oscuridad.
Las cicatrices del pasado seguían allí, marcadas en sus cuerpos y en sus corazones, recordándoles lo que habían perdido. Sin embargo, cada mirada compartida y cada gesto sutil hablaba de una fuerza que no podía ser quebrantada por la tragedia. La oscuridad, con todo su terror, se encontraba a la vez con la posibilidad de un renacer, un nuevo amanecer que, aunque incierto, aún brillaba en lo más profundo de sus almas.
El silencio se volvió a apoderar del lugar, pero ya no era un silencio de desesperación, sino de compromiso. Kai y Lía sabían que el camino por delante sería brutal, que la traición y el dolor podrían volver a golpearlos. Pero también sabían que en la unión de sus silencios y miradas, había una fuerza inquebrantable. Y así, en medio del Último Bastión, mientras el mundo exterior se sumía en la oscuridad del Eclipse, sus corazones, aunque marcados por la pérdida, latían con la promesa de un futuro que aún podían moldear.